Conciencia ambiental para un mejor futuro

La Tierra es el valor más importante que tenemos como humanidad; de su protección o destrucción depende el futuro de las nuevas generaciones.

Esta frase podría parecer exagerada hace algunas décadas, pero con el paso del tiempo hemos llegado a la conclusión de que la destrucción de nuestro medio ambiente ya ha sobrepasado los límites tolerables y hemos llegado a un punto en el que no existen garantías de que vayamos a dejar una herencia adecuada a  las futuras generaciones.

En el caso de nuestro país, Guatemala, ha quedado claro que hemos dejado de ser el país de la eterna primavera y, lejos de eso, nos hemos convertido en un país con gran deterioro ambiental y uno de los más vulnerables del planeta con respecto a los efectos del cambio climático que hoy tanto preocupan al mundo.

Sin embargo, hay que reconocer que se trata de una preocupación que, como dice el refrán, solamente va del diente al labio, porque en la práctica se hace muy poco y pareciera que la humanidad habla permanentemente de la existencia del peligro, pero se actúa como si la posibilidad de un colapso no existiera.

Es triste reconocerlo, pero el Ministerio de Ambiente y Recursos Naturales ha sido hasta ahora un órgano más oneroso que efectivo. Mostrando su incapacidad  gobierno tras gobierno, de dictar un rumbo a seguir en materia ambiental, en  que todos comprendamos que se debe respetar nuestro entorno y alcanzar un desarrollo sostenible.

El problema es que entre la lista de prioridades nacionales nunca se incluyen las políticas ambientales. Hay lógica en que se tenga que atender con carácter de urgencia la  Salud, Educación, Seguridad e Infraestructura.  Sin embargo, es imperativo que se ponga la atención debida a esta problemática, si no queremos que sus efectos alcancen niveles alarmantes.

El brote hace algunos años de la famosa cianobacteria en Atitlán no fue más que un grito de auxilio que lanzaba ese bello lago. Hubo días de alarma, pero luego se hizo poco para preservarlo. Hoy, se advierte que en siete años podría estar en un nivel de contaminación total.

Este es solamente un ejemplo palpable, pero hay muchos más: la depredación de la biósfera maya, la contaminación constante de ríos y lagos como el de  Amatitlán incluido y la producción de basura sin que haya plantas procesadoras, son muestras, pero el daño que se produce es aún mayor.

Lo importante es poner un alto a la depreciación ambiental, y que tengamos la conciencia de que debemos cuidar lo más valioso que tiene la humanidad: la Tierra. 
Por: Joselin Valvert

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